lunes, 13 de julio de 2009



En 1974 un etólogo norteamericano realizó un experimento en una pequeña granja próxima a Kansas City, estado de Missouri (EE.UU.). La piara la constituían 9 cerdas, y a la cabeza de la misma se encontraba Jane, la hembra de mayor rango.

Jane era la que indicaba cada noche cuando había que echarse a dormir. Llegado ese momento, la nº 1 en la jerarquía elegía el mejor lugar (el más calentito) de la pocilga, y las otras 8 cochinas cesaban el habitual escándalo para irse acostando por riguroso orden jerárquico en el escalafón, siendo la de menor rango la que dormía más cerca de la puerta (el lugar más frío).Pero una mañana algo nuevo empapó los hocicos de las 9 marranas. De la artesa venía un embriagante olor a zumo de naranja mezclado con algo más, alcohol etílico. Jane apartó enseguida al resto de hembras del bebedero y se tragó ávidamente un par de litros de aquel dulzón jarabe. ¡Lo que se dice un desayuno sano!

Como era de esperar, unos instantes más tarde Jane tenía tal cogorza que se tambaleaba de un lado a otro mientras gruñía y gritaba como una posesa. Tras tropezar con otra hembra, la líder cayó sobre su vientre y se quedó tumbada roncando de forma sonora.
Desde ese momento, y a pesar de que el resto de hembras también iban pasaditas de copas, sus “súbditas” le perdieron el respeto degradándola de su envidiada posición en lo alto del escalafón.
Eliza, la tercera hembra en el antiguo esquema jerárquico de la piara, solo había probado unas gotas de alcohol. Y en cuanto vio el lamentable estado de confusión que reinaba entre sus semejantes se autoproclamó nueva hembra dominante de la piara.

Cuando Jane se libró de la resaca descubrió horrorizada que había sido degradada, desposeída de sus privilegios y sustituida por Eliza. Aquello debió hacerla recapacitar ya que desde ese momento no volvió a probar ni una gota de alcohol pese a que se les ofrecía a diario. ¡Jane se había hecho abstemia por propia iniciativa!

Fue una sabia decisión, pues al cabo de tres días volvió a recuperar su posición de privilegio en la cochiquera. El resto de animales se dio cuenta también, tras aquella primera borrachera, de cual era la cantidad máxima que podían ingerir sin poner en peligro su posición social. Todas menos las que ocupaban los lugares más bajos en el escalafón.

La marrana que ocupaba el penúltimo puesto en el orden jerárquico comenzó desde entonces a “ahogar sus penas” en alcohol. Pasaba el tiempo junto al recipiente del brebaje, e incluso dejó de interesarse por la comida. Curiosamente la hembra que ocupaba la última posición, no bebía tan exageradamente como la cerda que se olvidó de comer. Pudiendo reclamar elevar su estatus una posición, había preferido resignarse a ser el farolillo rojo. ¡Cuestión de caracter!

No se vosotros, pero a mi todo este relato me ha parecido una muestra de inteligencia social verdaderamente interesante. Probablemente a día de hoy los defensores de los animales no habrían permitido que este experimento tuviera lugar, pero algo me dice que si el experimento se realizase con hombres el resultado no variaría lo más mínimo.

Encontré el relato en el libro de Vitus B. Dröscher “Sobrevivir, la gran lección del reino animal”. Dröscher atribuye el experimento a M.E. Tumbleson de la Universidad de Missouri en Columbia.
En el epílogo del libro aparece la siguiente referencia científica: Trinkgewohnheiten bei Schweinen, Naturwiss. Rundschau, tomo 27 (1974), p. 72.